Grey tiene a Cenoura con un cuchillo al cuello, contra la pared, y el brasileiro no pierde la sonrisa aunque sus ojos muestran un ápice de duda. Algo muy cercano al miedo. Martijn se mantiene a varios pasos, sin intervenir, mientras el técnico coreano deambula entre los cadáveres con la mirada perdida y Ninka, la silenciosa guineana, se asoma al exterior a través de un sucio ojo de buey.
—¿Qué debería hacer contigo, Sandro? —Grey consigue mantener la calma; hace tiempo que se prometió no volver a perder los nervios por nada... ni por nadie—. En estos momentos media ciudad debe estar al tanto de lo que hemos hecho, y la otra media preferirá mirar para otro lado cuando nos desuellen vivos frente al mar.
—El tipo está en Crystal Palace.
—Solo eso —rezonga Grey irónico dispuesto a rebanarle el pescuezo—. Un paseíto de nada, ¿eh, Cenoura?
El brasileiro recula hasta dar con la pared, el cuchillo está nuevamente muy cerca de su cuello, y toma aire antes de hablar:
—Lo tengo todo previsto... incluso ya tenemos un transbordador esperando.
Ninka chasquea los dedos apremiándolos y Martijn se acerca al ojo de buey; tres vehículos blindados y al menos una docena de mercenarios, con relucientes implantes cromados de combate de última generación y ropas de protección de las caras.
—La calle está tomada.
—Y dime, Cenoura —masculla Grey convencido de que el filo de su cuchillo va a beber—. ¿De qué nos vale un transbordador si vamos a morir todos en este antro?
El brasileiro se echa a reír y todos lo miran un tanto sorprendidos, como si realmente hubiese perdido el juicio.
—¿En serio creíais que había escogido este garito para el encuentro al azar?
1 comentario:
Un general uzbeko debe ser alguien impresionante.
Y si está retirado aún más.
Para escucharle y escucharle...
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