domingo, 21 de diciembre de 2014

Bluebird [3]


Shin tiene el tiempo justo de echarse a un lado. 
Cuerpo al suelo y busca con su espalda la columna a través de la cual percibe uno, dos, tres impactos de bala reventando el cemento, y suelta pausadamente el aire que contenía en los pulmones. Ve a Martijn levantarse, ponerse la chaqueta blindada y desenfundar su Federat Arms 454 en prácticamente un único movimiento. Lo suficientemente rápido para que esa bala de 14mm no encuentre carne... el viejo sabueso recula de todos modos tres metros por el impacto, golpeando con sus costillas contra la barra. Un par de pasos por delante está Grey, grácil y especialmente veloz, los potenciadores de reflejos tienen bastante que ver, colocando dos balas en el pecho de uno de esos tipos de negro. Pero su objetivo apenas acusa el golpe, aun siendo evidente que el kevlar no puede haber amortiguado todo el daño.
Poha —maldice Cenoura parapetado tras la mesa volcada.
Shin lo ve más allá de esa neblina de sangre, fragmentos de cristal y astillas de hueso. El dealer tarda en darse cuenta de que lo observa, fuerza una sonrisa antes de lanzar el maletín al interior de la barra. Ambos saben que es lo suficientemente duro como para que no les pase nada a los procesadores.
—¡Corre!
El coreano no reacciona al principio, parte de un brazo cae a sus pies, y toma aire mientras se pone en pie deslizando su espalda contra la columna. Como si esta fuese a desaparecer si perdiese su contacto. El brasileiro insiste y Shin echa a correr segundos antes de que aquel le cubra. Por el rabillo del ojo ve a Grey atravesando la sala sin dejar de disparar, Ninka se ha cubierto tras otra columna y con un rictus animal en el rostro coloca un tiro en la cara de uno de los mercenarios y el tipo cae... al igual que él mismo al resbalar en un charco de sangre. 
—Mierda.
Espalda contra el suelo y frente a él un techo ennegrecido por el humo del tabaco. A escasa distancia Cenoura, sacudiendo la cabeza, y un poco más allá el revólver de Martijn rugiendo en busca de una víctima. La cara del brasileiro se ensombrece, a su espalda el viejo sabueso se esconde tras la barra y, al incorporarse, Shin vislumbra un subfusil en cada mano de uno de esos tipos. Antes de que pueda reaccionar tiene a Cenoura encima. Lo ha agarrado y hace que ambos giren por el suelo para guarecerse nuevamente tras la columna... mientras una nube de plomo barre el local.
—No te muevas —le ordena el dealer, aunque no era necesario porque no tenía la menor intención.
Cenoura se escurre junto a la pared y abre fuego desde el flanco cogiendo por sorpresa al tipo ambidiestro que, al buscarlo con la mirada, reduce su puntería y cadencia de fuego lo justo para que Ninka (otra vez) haga diana entre sus ojos.
—¡Up, up, down! —grita Martijn en lo que es para Shin una indescifrable orden que el resto comprende a la perfección—. ¡Ahora!
El coreano no se atreve a mirar pero ha escuchado cuatro armas distintas detonando sus cargas al unísono y, acto seguido, un peso muerto de unas trescientas libras golpeando el enlosado. Y cuando finalmente abandona la columna el espectáculo es dantesco; cuerpos despedazados por las balas, alguno todavía se sacude debido a movimientos reflejos, y hay una letanía de gemidos entrelazada con la música que el dj pinchó antes de recibir un tiro en el pecho.
—Esto es solo el principio, chicos —anuncia Cenoura—. Ya os dije que debíamos movernos.

2 comentarios:

Mi nombre es Mucha dijo...

Me ha encantado como sos como escribis
un beso

Recomenzar dijo...

Y gracias por comentar en mi blog