viernes, 19 de diciembre de 2014

Bluebird [1]


—He escuchado decir que en el lugar donde está el Sakıp Sabancı Memorial, antes había un enorme cráter.
Cenoura mira fijamente a la armenia, una ejecutiva de medio pelo que ha bajado a Boatswain para proponerle un negocio, y termina por sacudir la cabeza.
—Te estás quedando conmigo.
—No, es cierto. —La armenia, Zabel, le ofrece el canuto de khat—. Devil´s Cauldron.
Cenoura la ignora y da un par de pasos hacia el borde de la azotea.
Nao-Ascençao se extiende hasta donde la vista alcanza, grande y luminosa, bombeando un incesante tráfico de vehículos a través de las venas que son sus calles. La noche la rodea como el inmenso oceáno que la separa de dos continentes, los mismos con los que comercia y a los que exprime por su situación privilegiada, y en este momento (más que nunca) Cenoura se siente recluido en una cárcel de asfalto y neón.
—La caldera del diablo —continúa Zabel—. Pero eso fue antes de las colonias flotantes, cuando Georgetown no era más que unas letrinas y un par de barcas. Cuando Ascensión pertenecía a los británicos y había una base americana e intereses de distintas compañías... privadas.
Y Cenoura asiente, conoce la historia aunque apenas lleve un par de años en la isla, y sabe que hace tan sólo tres décadas Ascensión era algo así como una décima parte de lo que ahora es.
—Diez mil hectáreas —musita el brasileiro.
—¿Qué?
—Somos casi un millón de personas encerrados en una isla de cien kilómetros cuadrados en medio de ninguna parte. Tiemblan sus manos y aprieta los dientes—. Sin posibilidad...
La ansiedad lo sacude, presión en la tráquea, y busca mentalmente la palabra de seguridad. Esa que activará el chip antiestrés que compró hace un par de semanas a un perista vietnamita en Payne Point.
—¿Qué quieres decir? —pregunta en un susurro la armenia, vista fija en la oscuridad más absoluta.
—Tan sólo pensaba en alto.
—¿Y bien, pelirrojo? —La mujer ahora lo mira directamente a los ojos—. ¿Aceptas nuestra oferta o prefieres pudrirte lentamente en esta isla pensando en alto?
Cenoura le sostiene la mirada, siente cómo sus depósitos de serotonina se llenan prácticamente de golpe gracias al chip, quizás también por lo que se le está ofreciendo, y fuerza una sonrisa al contemplar la posibilidad de romper su exilio. De volver a SoCal. Tal vez, incluso a Sao Paulo.
—¿Qué quieres que te diga, chuchuca? —Le hace un guiño—. ¿Se sienta el rey en el trono?

1 comentario:

TORO SALVAJE dijo...

Alucino con tu imaginación.
Tiene muy buena pinta.